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14 de julio 2016

Agustín Cesio

Director ABC en Línea

El “intendentismo”, ¿fenómeno de transición o actualización del peronismo?

Tiempo de lectura: 6 minutos

La derrota del FpV provocó en suelo bonaerense un reagrupamiento de sus intendentes. De a poco, fueron pasando de la defensiva a la proyección política de un espacio que parecería desafiar las leyes de la gravedad y del justicialismo. ¿Quiénes son, dónde se paran y qué expectativas tienen?

El tsunami en el que se encuentran el kirchnerismo y el peronismo tras la derrota electoral del año pasado desplazó a gran parte del activismo político a un lugar inexplorado para algunos, olvidado para otros. “El desierto crece” dijo Nietzsche, y esta cita tiene utilidad para describir el lugar al que fue eyectado lo que hasta el 10 de diciembre fue oficialismo. La liquidez que resultó demostrar aquello que según el cristinismo era “irreversible” comienza a generar, como todo epílogo de proyecto político, un resquebrajamiento del dogma. Desplazados del centro del sistema político y estatal, y corridos los peronistas del espacio público, comenzaron a adquirir relevancia aquellos que supieron conseguir poder propio (léase votos o ejecutivos) en el marco de una reconfiguración del tablero de ajedrez político de PBA.

Con el correr del año, estos generadores de poder fueron constituyéndose como polo de atracción para aquellos que buscan empezar a revertir el nuevo statu quo, devolviendo al peronismo, en su nueva versión (“el real, el que gobierna”, Katopodis dixit), a la centralidad del escenario político, en primer lugar, y al control del estado, luego. Podría decirse, sin embargo, que  este “intendentismo” que nuclea a intendentes del PJ-FpV, ensaya una especie de tercera posición entre la intransigencia cristinista y la colaboración massista, y su carácter vocacional demuestra límites y arroja interrogantes.

Pero antes de indagar estos límites y preguntas es conveniente primero hacer una breve arqueología de este pretendido “intendentismo”, fenómeno que no es novedoso y que tiene antecedentes casi inmediatos inscriptos en su ADN (ejemplo de esto es la llamada “rebelión de los coroneles” encabezada por Massa en 2013, e incluso “el grupo de 8” intendentes que Massa integraba desde 2008 junto a Sandro Guzmán, Joaquín de la Torre, Jesús Cariglino, Gilberto Alegre, Luis Acuña, entre otros). El conurbano es apasionante pero laberíntico. Se corre el riesgo de arrancar por Benavídez o Garín y terminar en Solano, Villa Celina o González Catán.

El conurbano es apasionante pero laberíntico

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¿De quiénes estamos hablando, entonces? De intendentes electos (o reelectos) mientras irrumpía el desierto. El primer hito que los cohesionó fue la negociación con Vidal por el presupuesto y el endeudamiento de la provincia, cuando el camporismo desautorizó el arreglo que Ottavis había logrado con la gobernadora. Incluso puede afirmarse, con total seguridad, que esta fue su partida de nacimiento. Por enero, una comisión formada por el mencionado Katopodis junto a Alberto Descalzo, Mariano Cascallares, Martín Insaurralde y otros alcaldes del interior bonaerense, destrabó esto logrando consensos con todo el arco político. Sin embargo, el dato saliente es que se rebajó el endeudamiento (el quid de la cuestión) a la mitad. Este desenlace airoso produjo otro efecto: los alcaldes ganaron autonomía en relación al cristinismo duro (que comenzaba su retirada) y se plantaron como interlocutores válidos, sin mediaciones, con el, llamémosle, “vidalismo”.

Su presentación formal en sociedad fue la firma del Pacto de San Antonio de Padua. Esa foto muestra a los “intendentistas originarios”: Gustavo Menéndez (de Merlo, impulsor de la iniciativa basada en la encíclica Laudato Si), Martín Insaurralde (de Lomas de Zamora), Gabriel Katopodis (de San Martín), Ariel Sujarchuk (de Escobar), Eduardo “Bali” Bucca (de Bolívar), Verónica Magario (de La Matanza), Fernando Gray (de Esteban Echeverría), Leonardo Nardini (de Malvinas Argentinas), Juan Zabaleta (de Hurlingham), y Mariano Cascallares (de Almirante Brown).

Aclaración necesaria: el “intendentismo” es más bien una caracterización ideal. En concreto, se trata de jefes comunales pertenecientes a los distintos peronismos existentes. Estos “originales” se componen de capas superpuestas de acaldes que accedieron o revalidaron sus municipios en el transcurso de las últimas tres elecciones generales. Con la incorporación de los últimos barones sobrevivientes (Alberto Descalzo de Ituzaingó y Julio Pereyra de Florencio Varela) logran abarcar a casi todos los peronismos, en términos generacionales. Con el ingreso de Enrique Cresto, de Concordia, parecen trascender las fronteras bonaerenses.

En rigor, además de Descalzo, Pereyra y Cresto se sumaron Juan Pablo De Jesús (Partido de la Costa), Santiago Maggiotti (Navarro), Francisco Echarren (Castelli). Se encuentran además orbitando este “intendentismo” los más K como Francisco “Paco” Durañona (San Antonio de Areco), los camporistas Juan Ignacio Ustarroz (Mercedes) y Walter Festa (Moreno); Hernán Ralinqueo (25 de Mayo); Néstor Álvarez (Guaminí); y el socialista Osvaldo Cáffaro (Zárate). Puede verse, entonces, que esta tendencia es abarcativa de los peronismos (a los que podemos agruparlos en “pejotista” y “kirchnerista”). Pero la vinculación no se agota aquí: el último día de febrero, bajo la excusa de la suscripción al Pacto de Padua, los intendentes mostraron su capacidad de diálogo al mostrarse con casi la totalidad de los intendentes PRO del conurbano y con legisladores massistas.

Con el ingreso de Enrique Cresto, de Concordia, parecen trascender las fronteras bonaerenses

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Se podrá saber qué son, pero ¿dónde están parados y cuáles son sus objetivos? Recientemente el escobarense Sujarchuk fue entrevistado por La Política Online. Su planteo fue la composición de un espacio político que dé respuesta a la agenda de la sociedad. Más claro fue Katopodis, en el reportaje con Diego Genoud para el mismo medio. El alcalde de San Martín pretende que este espacio desemboque en una alternativa superadora, “que sepa incorporar las nuevas demandas, corregir los errores que se cometieron y no le tenga miedo a un recambio natural de liderazgos”.

De todo esto se desprende que el intendentismo pretende estar más cerca de ser una oposición responsable que intransigente. ¿A qué se debe esto? “Los intendentes somos el primer mostrador de los vecinos. Si se quedan sin laburo no se toman un bondi, el tren y el subte para putear a Triaca o a Stanley. Vienen acá y nos exigen soluciones a nosotros. Eso hace que me tenga que sentar con estos tipos, y por más diferencias que tenga tenemos que encontrar soluciones para la gente. Se percibe bronca pero hay un umbral de tolerancia que todavía no se tocó. No queremos que a nadie le vaya mal. Si al PRO le explota todo por los aires, también nos explota a nosotros” reveló de primera mano un jefe comunal del oeste, meses atrás.

Todos ellos acuerdan con el carácter responsable pero alternativo de su rol opositor. “No es sólo un cambio de nombres sino un cambio de método. Prefiero un barco que cuando llegue a buen puerto queremos saber que estamos todos adentro” dijo Sujarchuk en el citado reportaje. “El gran desafío del peronismo es volver a representar, como lo hizo históricamente cuando aprendió de las derrotas, se renovó y fue para adelante” versiona Katopodis. También acuerdan en la necesidad de una renovación dirigencial que “tiene que emerger de los intendentes, de este cambio que la sociedad eligió” tal como dijo el escobarense en otro reportaje en el programa político Lado P, de QM Noticias.

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Con la pregunta acerca de qué quieren los intendentistas aparece la textura abierta de este entramado. A priori, las opciones para 2017 parecen ser dos: Randazzo o Massa. La tercera opción, llevar a alguno de estos intendentes como candidato, parece estar un poco más alejada en el horizonte (¿candidato a gobernador en 2019?). Los gestos y dardos hacia el ex ministro y hacia el líder del Frente Renovador se reparten en dosis similares. ¿Estos vaivenes son reales, tienen que ver con una falta de claridad en el surgimiento de liderazgos que refuercen su postura? ¿O es por el contrario, una estrategia pactada entre ellos, utilizando el trainning que tienen en dialogar con todos pero cerrar a último momento? Tampoco debe descartarse una opción ligada a la estructura partidaria del justicialismo (Nardini es vicepresidente 4°).

Las opciones disponibles no afectan el hecho central. Muchos de ellos mantienen inalterable la determinación de incidir en la elaboración de una propuesta electoral. “Nosotros vamos a jugar. Sea con alguno de estos jetones o sea solos, aunque saquemos pocos votos. Podremos perder en esta, pero más adelante vamos a ganar alguna. Por eso no tenemos vuelta atrás” comentó el principal operador de uno de estos exponentes.

Eso hace atractivo un análisis y un seguimiento del “intendentismo”. Más allá de su viabilidad o de los resultados que puedan obtener, la ambición de trascender los límites de lo local (“estamos en la edad del poder, queremos dejar de discutir bacheos y cordones cuneta” comenta un concejal de Merlo) resulta tarea obligada posar la lupa sobre estos jefes comunales del conurbano. Más teniendo en cuenta que su propuesta pone en discusión algo sagrado en el peronismo mientras es poder: el verticalismo.

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