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18 de agosto 2016

Lucas Carrasco

DEL ROL DE LOS MEDIOS AL ROL DE LOS TROLLS

Tiempo de lectura: 8 minutos

Cada tanto, una u otra investigación periodística revela redes de trolls, call centers y dispositivos para operar sobre las redes sociales. Bah, sobre Twittter. Porque es la única red social que aún se basa en la escritura. A diferencia de Instagram, que es una red de imágenes, Youtube, de videos, Facebook de postales con Paint y Snapchat de mensajes audiovisuales y a diferencia de las plataformas para texto complejo, Twitter es para escribir cortito y contundente, lo que lleva a la polémica, el cinismo y la exageración. O sea, es el lugar donde naturalmente van los periodistas.

Además, Twitter tiene una ventaja para este tipo de operaciones con call centers: utiliza el mismo núcleo del algoritmo de Google para ordenar sus jerarquías. Por lo tanto, el grado de repercusión en la totalidad de la web es mayor, todo lo mayor que puede ser un mensaje breve. El uso de código relativamente abierto contrapesa la imposibilidad de rastrear la IP (Internet Protocol, porque la verificación de cuentas es un verso).

El campo estaba fértil ahí, entonces, para trasladar las teorías políticas más populares y erróneas de Argentina, como la noción de clientelismo o el “rol de los medios” y demás gansadas.

La derecha, como en el 2011, explicaba su marginalidad electoral -así se explicó a sí misma, como un manual de autoayuda, desde Perón a esta parte- diciendo que a los votantes de lo que ahora llamando populismo, se los convence con chapas, vino, choripán o lo que sea. La infinita maldad del “populismo” se explicaba, luego, a partir de un lavado de cabeza a través de Trend Topics, TT.

el Pokemon Go de las clases altas

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Hoy puede sonar idiota presuponer que se puede ganar una elección nacional manipulando este algoritmo, los TT, pero en 2011 era furor esta explicación compasiva. Era el Pokemon Go de las clases altas. Así como años atrás muchos funcionarios kirchneristas estaban convencidos -convencidísimos, incluso- de que el monstruo maldito, Clarín (que también intentó manipular la red, a través de la agencia La Ese), había inclinado la balanza para que el sector multinacional financiero del agro ganara la batalla por la 125. Clarín, según la teoría al uso, manipulaba a la gente a través de un clientelismo mágico -sin nada a cambio, por ósmosis- y eso explicaba desde las denuncias de que Boudou no era un heroico luchador contra el capital financiero hasta por qué Kirchner perdió por dos puntitos contra Alika Alikate. Dos años después, el kirchnerismo arrasaba electoralmente y la explicación se invirtió: los derrotados explicaban su fracaso por la manipulación -cierta, real, pero irrelevante- que cuatro boludos en Casa Rosada hacían de los TT.  Por supuesto, los derrotados siempre son maravillosos, sensualmente geniales y sublimemente blindados de una bondad intrínseca que hasta Dios envidiaría, pero el pueblo, bobo, se deja manipular.

O sea, una Actualización Doctrinaria Para la No Toma del Poder: ya no es el clientelismo, en el siglo 21 son los trolls. Una especie de Clientelismo Tecnológico. Pero… ojo: el PRO sí comprendió en campaña electoral el paradigma que expresa en la vida cotidiana la revolución digital. Es otra cuestión. Tiene que ver con el campo de la epistemología y la antropología, aunque muchos de sus mejores teóricos se esmeren en desconocer reglas elementales de la informática y la matemática, lo que empobrece sus conclusiones. No ganó por eso. Pero, en buena medida, no se quedó estancado en su 24% de derecha dura por comprender estos paradigmas nuevos.

Esto no es exclusivo de Argentina. Pero ésta es la traducción nacional de teorías en boga, que en realidad son viejas teorías elitistas y de raigambre teórica conservadora y antidemocrática, revitalizadas al calor de los nuevos instrumentos.

Cuando la derecha ganó las elecciones nacionales argentinas, los que perdieron mezclaron ambas teorías – la del rol de los medios y el clientelismo tecnológico- para pajearse en el momento de ordenar esta actualización del discurso cristiano: está el malo (el que ganó, el Diablo), está el bueno (el que perdió, el crucificado) y está el engañado (el votante, el que prefirió a Barrabás en vez de a Jesús, culpa de la manipulación, obvio: Poncio Pilatos era un twistar muy convincente).

una Actualización Doctrinaria Para la No Toma del Poder

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Esa es la teoría. En la práctica, nadie le da bola a los TT. Pero eso es un asunto menor. Lo más importante es que nadie le da bola a twitter. Ya no solo la gente común -que está ahí para ver las fotos de tatuajes de tal o cual, que está ahí, aunque tarde 17 horas en escribir 40 caracteres porque tiene que llamar al profesor de ortografía, pero está porque ahí están los periodistas, que están ahí porque te facilita el laburo; luego, todo esto se recicla y termina siendo a la inversa- sino que los tipos más divertidos en esa red, en realidad están comentando lo que ven en la TV, ese objeto viejo y de culto donde los más estrafalarios itinerantes del slasher aún viven. ¿Sirven para algo los call centers, entonces? No.

Eso sí: es imposible que el gorilismo -entendiendo por tal a los elitistas, a la epistemología demagógica que explica las victorias del adversario a partir de distintas variantes del engaño: hoy en el peronismo hay mucho de ésto para explicar el triunfo del PRO; también en la izquierda ilustrada- deje de repetir estas tonterías y peor aún, de creerlas.

Si alguien cree que manipulando los medios de comunicación o repartiendo choripanes se pueden ganar elecciones, va a terminar creyendo cualquier chapucería en torno a este otro soporte y paradigma. Es un discurso religioso, no solo cristiano el del trípode del bueno, el malo y el objeto en disputa. Puede pasarle por encima la revolución industrial o la actual revolución digital y no variará sus pilares epistemológicos.

La abundante investigación científica en cada campo respectivo dice totalmente lo contrario: ni los medios pueden manipular los electores como corderitos, ni el asistencialismo explica a los movimientos popular-conservadores. ¿Pero puede servir para moldear subjetividades en temas concretos, así sea por corto plazo? Responder eso llevaría a escribir otra nota. O un libro entero.  Que nadie querría leer. Veamos.

Para esparcir rumores, así sean falsos, se necesita que quienes lo esparzan sean personas comunes, con pocos seguidores en las redes (traducido: ¿quién no le cree a su mamá… o quién la toma muy en serio?), condiciones de producción y verosimilitud previas y una respuesta desacertada de la víctima de los rumores. Con robots no se consigue. Aún así, esparcir esos rumores no garantiza para nada el éxito: esto es, el objetivo buscado a través de esos rumores. A menudo, refuerzan concepciones previas del afectado y el entorno que las hace circular, con lo cual, terminan favoreciendo a la supuesta víctima.

nadie les da bola a los TT

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Pero hablamos de una novela breve, fugaz, que solo atañe a los personajes de la trama. Si los personajes tienen mayor volumen, se amplificará un poco más la audiencia. Nada más. Nada grave. Nada para tomar muy en serio. Una revista de chismes, en suma. Trasladar de estos episodios comunes, restringidos y algo irrelevantes, nociones aplicables a teorías sociológicas es arriesgado. Bah, es peor: es falso.

Por supuesto que hoy está disponible la tecnología para hacer bullying sin dar la cara. Oh, sí, está muy mal, es re feo todo, qué drama el siglo 21. Pero la verdad es que si hubieran nacido en mi barrio hubieras preferido, cuando éramos niños, el bullying anónimo y digital a que te agarre mi banda en el baldío de la vuelta. Eso era bullying. Eso era crueldad. Eso era… lo mismo que ahora: niños reforzando los prejuicios de la sociedad en la que se criaban, tornando esos prejuicios estigmas. La diferencia entre el siglo 20 y el 21, es que ahora el “pasaje al acto” en rara ocasión se da.

Oh, sí, las palabras hieren, qué feo todo, hay que patrullar el lenguaje y todo eso. Pero alto: las palabras duelen más a quienes tienen un rudimentario manejo del lenguaje. Traducido: para disminuir el bullying infantil, lo mejor es mejor educación, más y mejor educación. Poner una señora gorda a vigilar los recreos de Facebook, es peor. Volvamos a los trolls.

Conclusión. Se puede explicar con cierta facilidad en aspectos técnicos la nula incidencia real de esos ataques a través de trolls -por nula incidencia debe entenderse la distancia entre objetivos y medios utilizados- pero el problema no es técnico, es teórico.  O sea, es político.

El gorilismo ya no es exclusivamente antiperonista. El viejo adagio falso de que el peronismo gana por el clientelismo es contestado con un gorilismo creciente entre las filas peronistas: Cambiemos gana por los trolls. Una especie de clientelismo tecnológico. Hay mucho boludo con poder tratando de tranquilizarse: “la gente me ama, los que me atacan son trolls”. Ok, si te ahorra en terapeuta, todo bien. Pero no es cierto. Puede ser que te ataquen trolls, pero también habrá quién te odie. Qué se le va a hacer. Cualquier menor de 30 años, que se crió en estos paradigmas, lo entiende perfectamente.

hubieras preferido el bullying anónimo y digital a que te agarre mi banda en el baldío de la vuelta

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Los poderosos que quieren un traslado automático de su poder a las redes -basta ver sus Bio: uauu, qué importante, bueno y hermoso sos, seguro que también inventaste la milanesa de tan capo- anuncian que van a tal reunión, nos cuentan qué opinan sobre algo que no nos importa y hacen encuestas pelotudísimas porque les dijeron que ahí hay que ser participativos. Como todo ese amateurismo sale mal, le echan la culpa a los trolls.

Sin embargo, la verdad es más dolorosa: a la gente le chupa un huevo tu existencia, perfectamente reemplazable en tiempos de representación volátil, de géneros discursivos trastocados, fragmentación de la verdad e instantaneidad y fugacidad. Nadie llorará por tí, hermano. Lo cual es bastante normal: esa gente no te conoce, no sos más que una foto para ellos y ellos para vos, no son más que un número, un supuesto seguidor. ¿Pretendés que lloren como un lector de las novelas de  Rousseau? Bajá a la tierra.

El asunto es así: las empresas norteamericanas que dan soportes gratuitos para que los usuarios creen contenido trabajando para su empresa también de manera gratuita (lo llamamos redes sociales) obtienen su ganancia de la venta de los datos personales que inevitablemente los usuarios dejan. La venta de estos datos sirven para hacer campañas políticas, invasiones militares, espionaje ilegal o venderte chucherías (la ratio de información recolectada/oferta híper segmentada/ventas efectivas… es increíblemente baja, rozando el 1% en los mejores casos, pero la concentración de la oferta y la expansión de la demanda disimulan este ratio: ¿no es medio boludo entonces creer que con los escasos datos que le damos a la ANSES nos van a convencer de votar a fulano o mengano?).

Paralelamente, estas empresas crean algoritmos secretos para jerarquizar la información. Para definir trending topic, posiciones en las búsquedas de Google, autocomppletar palabras, etc. Estos algoritmos son secretos. Pero como los principales creadores de contenido en la web -youtuber, bloggers, creadores de wikis, aplicaciones, programas subsidiarios a las grandes empresas tecnológicas, etc.- también deben comer, se filtran de manera más o menos escueta las variables matemáticas que lo componen. Y se opera desde esas variables. Y de paso, se exageran. Pero la prolífica industria de la venta de humo digital se expande porque tiene muchos poderosos dispuestos a comprar cualquier verdura que los tranquilice, que les reponga el poder perdido una vez ingresados en las aparentes horizontalidades de la web.

Es como si de pronto descubrieran que en la web hay un liberalismo político real: la igualdad ante la ley se conjuga con la igualdad social. No, no es así. Es más o menos como en la vida real, todos somos iguales pero algunos son más iguales que otros. La diferencia es que hay más Iguales con mayúsculas en la web, porque a las empresas les conviene disolver un poco el poder individual proveniente del exterior de lo virtual, de manera de que predomine su propio poder como soporte (al igual que los viejos medios de comunicación: una vez que adquieren autonomía el entrevistador pasa a ser más importante que el entrevistado); y además las “audiencias” son globales; la escala es global. Por lo demás, cualquiera puede vivir su sueño de ser amado en la web: basta ponerse a bloquear a todos los que no te digan lo que te gustaría leer. La propia web, además, te llevará donde quiera haciéndote creer que sos vos el que elegís donde navegar.

todos somos iguales pero algunos son más iguales que otros

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Con tus datos personales, se crean algoritmos que luego te redirigen a donde las empresas les interesa que navegues, obviamente, con la astucia compartida de que de algún modo recree tus intereses en un círculo vicioso de empobrecimiento intelectual. ¿Es malo esto? Quizás. Pero ha logrado que una porción de la humanidad mire más de 30 películas en toda su vida, lea más caracteres que todos los libros que leyeron sus abuelos y tenga más conocimientos y autoestima civil que sus antepasados. Es la historia de la tecnología, qué se yo. La dialéctica del posmodernismo. Es el siglo 21. Pero si querés pelearte con el siglo añorando supuestos pasados mejores, adelante.  A nadie le importa una mierda. Y está bien que sea así.

Los políticos que se drogan con el cortoplacismo dan por abolidos los grandes presupuestos de las ciencias sociales, o ni se molestan en estudiarlos. Así, derivan en rehenes de chapuceros y vendedores de humo que dicen monumentales giladas sobre las redes sociales, a las que deben santificar para asegurar su mercado, pero donde generalmente ni siquiera saben moverse con destreza. O son más vivos y ni pierden el tiempo intentándolo.

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