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03 de junio 2015

Ana Natalucci

DEL PATRIARCADO AL #NIUNAMENOS

Tiempo de lectura: 4 minutos

Los problemas de las mujeres son diversos: techo de cristal, el machismo, femicidio, la despenalización del aborto, trata de personas, situaciones de abuso, violencia psicológica, presión económica por negativa a pagar cuotas alimentarias. Estos no son nuevos y sin embargo el movimiento feminista, más que ningún otro movimiento, ha tenido muchas dificultades en plantear sus demandas de un modo que sea convocante para la sociedad, sin quedar atrapado en una re-esencialización de la mujer.

Pero hoy es un acontecimiento inédito en la historia de la protesta en Argentina. Es la primera vez, diría, que el movimiento feminista ha logrado tres cosas: 1) instalar en la sociedad los problemas que las mujeres padecemos todos los días; 2) trastocar el hiato con los varones y convocarlos a la lucha; 3) reponer a la sociedad civil en el lugar que le toca.

I.

¿Por qué es importante el rol del movimiento feminista? En sociedades de baja intensidad, como diría O’Donnell, como la Argentina donde las instituciones tienen serias dificultades en procesar demandas y dar respuestas a problemas públicos, los movimientos sociales tienen la capacidad de poner en cuestión, de impulsar acciones tendientes a generar o recrear esas instituciones. El movimiento feminista tiene reuniones anuales, donde discuten los “temas de mujeres”: aborto, género, trata. Sin embargo, es un movimiento donde sus organizaciones tienen muchas diferencias, a veces irreconciliables; donde hay pocos acuerdos. Y esta característica ha sido decisiva para la escasa gravitación de sus acciones.

Hoy parece que algo está cambiando. La consigna #NiUnaMenos formulada por activistas feministas es simplemente genial, inscribe el problema de las mujeres en el derecho a la vida, aquello que desde algunas pocas décadas es incuestionable para la humanidad. ¿Quién podría oponerse a defender la vida? ¿Quién podría levantar su voz para decir que hay mujeres que merecen morir? Ante esta demanda emergió un consenso casi unánime, incluso de personas públicas que contribuyen bastante a la denigración de la mujer. Pero esa #NiUnaMenos no sólo implicó múltiples adhesiones, sino también la referencia a los múltiples pasajes que implica la violencia contra las mujeres: no es sólo la vida, es también la violencia psicológica, laboral, en las relaciones de género. Nadie puede no sentirse interpelado por esa demanda.

II.

Nótese que es bastante diferente de una demanda más tradicional del movimiento feminista, que es la lucha contra el patriarcado. Obvio que este existe: es la estructura de dominación que rige las relaciones entre los géneros. Aquel que indica que las mujeres pertenecemos a nuestros padres cuando somos niñas y a nuestros maridos cuando somos adultas. Por esta pertenencia, nuestros padres y nuestros maridos tienen el derecho de disponer de nuestras vidas, de nuestros cuerpos y de nuestros destinos. Cualquier cambio que querramos hacer en las relaciones entre géneros sin dudas necesita revisar el patriarcado.

Pero la existencia del patriarcado no implica que como demanda haya funcionado. Más bien, construyó una doble barrera: con otras mujeres y con los varones. Seamos sinceros, muchísimas mujeres están conscientemente de acuerdo con el patriarcado y muchísimas otras lo reproducimos con nuestros hijos. Cualquier cambio en las relaciones de género necesita revisar el patriarcado pero fundamentalmente la participación de las mujeres y varones que acuerden con la construcción de otro tipo de relaciones.

La sólo denuncia del patriarcado y el pedido de renuncia una situación claramente ventajosa para los varones no ha sido efectiva. . Bardear a la iglesia, a las amas de casa o a las heterosexuales no ha sido efectivo. No ha hecho que se contraten más mujeres en puestos claves, no ha mejorado las condiciones de trabajo, no ha hecho que la ley no los favorezca cuando se trata de violencia familiar y cuidado de menores, ni que haya menos muertes.

Hoy parece que se empieza a discutir. La adhesión de varones a la marcha y la casi obligación de posicionarse ha puesto de manifiesto que por más intención que tengan, la reproducción de las prácticas instituidas no pasa por la voluntad individual, sino por transformar de base un sistema que nos congrega a todos.

III.

Esta cuestión me lleva al tercer punto que creo hay que reivindicar y es el de la convocatoria a la sociedad.

En los últimos días se han escuchado acusaciones al gobierno nacional por su inacción, al poder judicial por su reproducción macabra de prácticas perjudiciales contra las mujeres, etc. Pero lo cierto es que leyes hay: hay posibilidades de autorizar abortos, el apartamiento de hombres violentos, programas institucionales contra la trata de personas, ley de cupo femenino. Y sin embargo, parecieran no tener efectos. No se aplican, se aplican a medias o tergiversadas. Lo mismo con instituciones dependientes del Ejecutivo.

De nuevo, no es un problema de la individualidad de cada uno –aunque no todos tengamos las mismas responsabilidades–. No es un problema del Estado. Esto no se arregla con un ministerio de la igualdad.

Es un problema de la sociedad, como esta se configura, que tipo de subjetividades premia. Así como un momento histórico hubo que recrear una cultura democrática, hoy hay que recrear una cultura de géneros libertaria.

Más allá de cuanta gente vaya hoy a la plaza del Congreso, la novedad ya se produjo. #NiUnaMenos es un puntapié, es el inicio para pensar el problema de la dominación de género y sus cristalizaciones de otro modo, convocando a otros y fundamentalmente a pensar como transformamos esa situación. A la sociedad lo que a la sociedad le corresponde.

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Comentarios

  1. Alberto Maillie

    el 05/06/2015

    Estoy de acuerdo. Un problema adicional lo constituye la indisoluble relación entre patriarcado y propiedad.

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