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04 de octubre 2017

Esteban De Gori

CATALUNYA ES LA MEJOR MÁQUINA DE TREN QUE TIENE ESPAÑA

Tiempo de lectura: 4 minutos

Lo que no logró la ETA con las armas lo logró Carles Puigemont y los independentistas con poder político y económico. Ese dirigente –hoy presidente de la Generalitat- que comenzó a militar con Jordi Pujol en el Partido Nacionalista se convirtió en los últimos años en un acérrimo secesionista. Parafraseando la frase de Pujol que da titulo a este post, los catalanes son conscientes de su poder: el costo para el resto de España de que ese tren catalán parta y los deje.

El independentismo catalán se fue consolidando gradualmente. Construyó fuerza interna y local hasta que las condiciones políticas cambiaron y ese independentismo salto con fuerza a la palestra. Minoritario, hace décadas, ese independentismo no tomo atajos. No se apuró con la explosión nacionalista que surgió a partir del 91 en la ex URSS, ni en aquellos que fragmentaron y guerrearon en la ex Yugoslavia. No compraron el modelo etarra. Cataluña no tiene un checheno en el closet ni un director como Kusturica.

Aprovecharon los escenarios que se abrieron con los múltiples fracasos de Mariano Rajoy en torno a la “cuestión catalana” y con el quiebre del universo de tradicionales representaciones políticas propiciado en el 15M (2011). Esto permitió crecer al independentismo. Entre la crisis de las representaciones políticas, la negación de Rajoy por resolver las demandas catalanas y la austeridad económica organizada desde el gobierno español se expandió el localismo y la sensación de que se avanzaba sobre las rentas y derechos catalanes. Se fueron afirmando y articulando todas las lecturas del independentismo. Desde aquellos que lo consideran una reivindicación histórica (que dirigen sus miradas desde 1714 o partir de la resistencia al franquismo) hasta otros que les molesta “cargar” o financiar a España. Todos los independentismos están operando al mismo tiempo.

Lo que no logró la ETA con las armas lo logró Carles Puigemont y los independentistas con poder político y económico.

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La independencia se actualizó como reivindicación y posibilidad en este momento. No hay que hacer revisionismo catalán, ni buscar esencialismos donde no los hay. Tiene más que ver con los sucesos que se construyen a partir del 15 M y de la asunción del PP que una estrategia que se fue organizando hace décadas. Se reactualizaron lenguajes autonómicos y una concepción de pueblo/nación como una entidad soberana en pie de igualdad con otros pueblos. Se elaboró una dinámica política y discursiva singular que colisionaría -inevitablemente- con una idea indivisible de Nación, de Pueblo y de Monarquía. Esa tensión histórica entre “monarquía plural” y “monarquía centralizada” (propia del imaginario Borbón), entre se soberanías fragmentadas y centralizadas, se reeditó más allá del pacto de 1978 y se introdujo en toda la organización democrática.

En 2005 el parlamento catalán aprobó el Estatut. Ese texto que defendía la autodeterminación y daba cuenta de la pérdida de sus libertades en 1714 en mano de los Borbones es el texto posibilitador y legitimador del referéndum del 1 de octubre de 2017. La aprobación del Estatut por parte del parlamento español en 2006 sufrió cambios profundos en la redacción para ser aprobado. La Nación española vio crujir sus cimientos imaginarios ante el planteo de España como Estado plurinacional y con la posibilidad de que Cataluña decida libremente que hacer como comunidad política. Allí se planteaban demasiados desafíos con la capacidad de detonación cultural. Era una puesta en cuestión de la constitución gaditana de 1812, de la de 1978 y todos sus pactos, de la monarquía y un imaginario nacional que se había fraguado en manos del franquismo. El PP que había apostado por Europa suspendiendo por momento su imaginario nacional y soberanista debió dar un golpe de timón para evitar la crisis que habría el independentismo.

Separatist protesters hold up placards as they demonstrate during "Diada de Catalunya" (Catalunya's National Day) in central Barcelona, September 11, 2013. REUTERS/Albert Gea

Con el referéndum realizado y la cruenta represión a los ciudadanos y ciudadanas en los sitios de votación Rajoy amplio sus problemas políticos. No logró consensuar una propuesta común con el PSOE –su secretario general le exige que vuelva a la negociación- y menos lo hará con PODEMOS. Solo mantiene el apoyo del partido Ciudadanos. Pero el 1-O puso al independentismo en el lugar más complejo: acelerar sus pasos para que el hándicap político conseguido con el rechazo a la represión y por el apoyo electoral no se disuelva. La huelga general convocada en Cataluña por los mayores sindicatos estatales contra la represión policial va en este sentido. En caso de una declaración unilateral de la independencia el gobierno de Puigemont no tiene el apoyo de la Unión Europea. ¿Cómo sería una independencia sin apoyos internacionales que limiten al Estado español el uso de la fuerza? Avanzar en esta dirección establece una situación inédita de desobediencia a ambos lados del tablero europeo.

¿Cómo sería una independencia sin apoyos internacionales que limiten al Estado español el uso de la fuerza?

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Hoy todos los actores políticos están en problemas, inclusive la Union Europea, quien tendrá que determinar si media en este conflicto o desconoce sin mediación alguna toda decisión del gobierno catalán. No hay un supuesto “empate catastrófico” ni parece que todo se resuelve planteando que el referéndum es una práctica ilegal o inconstitucional. Toda la legalidad esta ha sido puesta en “suspenso” porque han colisionado dos imaginarios sobre el orden y sobre la construcción de la nación. Esto no es nuevo. Estaba en las memorias sociales y los lenguajes políticos de españoles y catalanes. Un día la contingencia, la acción de los actores y las oportunidades que brindan las coyunturas políticas se metabolizaron en el dilema actual mal difícil de resolver por la política española y europea.

 

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