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27 de junio 2016

Juan Pablo Ferrero

Profesor del Departamento de Política, Lenguas y Relaciones Internacionales de la Universidad de Bath (RU).

Brexit: entendiendo una decisión poco británica

Tiempo de lectura: 4 minutos

Todo lo que parecía sólido en pocas horas parece haberse vuelto líquido tras el resultado del referéndum que instruye al gobierno británico abandonar la Unión Europea (UE). El premier David Cameron renuncia a su cargo en Octubre. Nicola Sturgeon, la primer ministro de Escocia, dijo que un segundo referéndum por la independencia de Escocia es muy probable. Martin McGuinness, del partido Sinn Fein y actual vice primer ministro de Irlanda del Norte, hizo un llamado para que se vote por la unificación de Irlanda para asegurar la continuidad en la UE. En la primera horas del viernes, la libra se derrumbó un 10% cayendo a su mínimo desde 1985. En las primeras horas del sábado, la calificadora de riesgo Moody’s rebajó la nota del RU de “estable” a “negativo” lo que anticipa un encarecimiento del crédito. El RU tiene el tercer déficit fiscal más grande de la UE (casi 6 puntos del PIB), superado sólo por España y Chipre.

La pregunta que queda sin responder es cómo se explica que una sociedad civil y política históricamente conservadora en sus decisiones haya votado mayoritariamente en contra del status quo, dando así un paso histórico hacia lo desconocido. Hay por lo menos dos elementos importantes que son necesarios considerar para comenzar a entender lo que está pasado, uno de carácter contingente y otro de época. Lo primero tiene que ver con la disputa interna por el liderazgo del partido conservador. Lo segundo con el hartazgo de la gente común con las elites políticas y económicas.

Todas las encuestas de opinión anticipaban una elección reñida entre laboristas y conservadores en las generales de 2015. Erraron por lejos. Los conservadores lograron amplia mayoría de escaños electorales y formaron el primer gobierno plenamente tory desde John Major. Pero uno de los resultados de ese proceso fue la promesa de campaña por parte de Cameron de realizar un referéndum sobre Europa en el curso de su próximo gobierno. La promesa tuvo por objetivo acallar el ala nacionalista del partido conservador y detener la hemorragia de votantes (y miembros del parlamento) conservadores hacia las filas del ultranacionalista UKIP. Cameron cumplió la promesa pero nunca imaginó el resultado que acabó con su carrera política más temprano de lo esperado.

un paso histórico hacia lo desconocido

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El fin de la carrera política de Cameron no vino de la mano del laborismo ni del nacionalismo de Nigel Farage sino desde las propias filas conservadoras. El carismático y dos veces alcalde de Londres, Boris Johnson, tomó el referéndum como oportunidad para hacerse con el liderazgo del partido. Se distanció a tiempo de la posición pro-europea de Cameron e hilvanó un discurso rupturista no radical. Si el discurso de Farage tuvo como eje el miedo a la inmigración en masa por parte de países de Europa del Este y los eventuales efectos de una posible anexión de Turquía a la UE, el discurso de Johnson puso el énfasis en “volver a tomar control”, en la necesidad de recuperar soberanía, y en el déficit democrático del modelo federal propuesto desde Bruselas. El tipo de expresión que buscaban muchos euroescépticos indecisos a quienes Farage no hubiese persuadido y que terminaron definiendo el resultado de una elección ajustada.

El tono y la sustancia del debate sobre los efectos del referéndum estuvo dominada por las dos alas en competencia del partido conservador, lideradas por Cameron y Johnson. Fueron ellos dos quienes lograron sintetizar discursos simples de digerir para el electorado. Jeremy Corbyn, líder del partido laborista, nunca hizo una diputa pasional por permanecer en Europa. En medio de la campaña, consultado por su pasión pro-Europea, Corbyn respondió: “siete, siete y medio”. Las miradas más complejas e interesantes sobre la posición del RU en Europa, como la de Caroline Lucas del partido verde, entre otras, no estuvieron ausentes pero ocuparon un lugar de extrema marginalidad y por ende con escaso poder de influencia.

El campo por la permanencia en la UE tuvo dos limitaciones que marcaron su suerte. Por un lado tuvo un discurso ambiguo basado en el “pero”. “Sabemos que la UE necesita reformas pero es el principal mercado de nuestros bienes y servicios”. “La UE favorece a las grandes corporaciones y los bancos pero los cambios por mayor igualad deben venir desde adentro”. Por otro lado, el campo pro-europeo no supo dar una respuesta alternativa positiva al tema de la inmigración. Se sostuvo que la presión sobre las escuelas y los hospitales no eran efecto de la inmigración sino de las políticas de austeridad que el gobierno de Cameron venía instrumentando en forma implacable. El argumento es el correcto pero su formulación no logró conectar con amplios sectores de la población, sobre todo la rural, con menos educación formal, y adultos mayores.

Más allá de los reductos racistas y xenófobos que en su totalidad votaron por abandonar la UE, el referéndum terminó siendo una oportunidad única para la expresión de mucha frustración con las élites económicas y políticas domésticas y europeas. Como lo expresa Donald Trump en Estados Unidos, el caso británico también manifiesta un hartazgo generalizado con “el establishment” lo que le da a la situación un aire de familia con la época post-consensual que domina la política global actual. El sistema electoral británico que premia a las mayorías y excluye a las minorías de la representación política contribuyó con su parte en la gestación de condiciones propicias para la rebelión. En la última elección general de 2015, UKIP resultó la tercera fuerza política más votada con casi 4 millones de votos, esto es el 12.6% del total de votos válidos, pero obtuvo una sola banca en Westminster. Ello hizo que UKIP reforzara su discurso anti-establishment y de ese modo también su atractivo para un conjunto grande de población frustrada con el sistema político y ávida por encontrar culpables y respuestas fáciles a problemas complejos.

un discurso rupturista no radical

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Aunque la economía mostró en los últimos años signos de recuperación, con niveles de desempleo bajos que hoy rondan el 5%, los efectos no se notaron en la clase asalariada cuyos estándares de vida no se recuperaron a los niveles previos a la crisis. Testimonio de esto fueron las huelgas recientes de los médicos residentes y docentes universitarios, entre otros.

El origen, desarrollo y final del referéndum estuvo dominado por un discurso rancio que puso el énfasis tanto en el miedo al futuro incierto como en la amenaza del extranjero. Ello generó un clima que rozó el odio político y que le costó la vida a Jo Cox, miembro del parlamento por el partido laborista y una persona comprometida con la inclusión social. Mientras tanto, una petición para repetir el referéndum logró juntar dos millones y medio de firmas en pocas horas. Tiene pocas chances de prosperar en el corto plazo pero habla de un humor social hiperactivo que matiza un poco el abrumador clima sombrío. Resta por ver si esta crisis profunda significa el fin de todo proyecto de solidaridad europeo o si la “muerte de esta Europa” recrea las fuerzas instituyentes de “otra Europa” que piense y se ocupe más de la gente común.

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